LO MEJOR DE LA SEMANA

martes, 29 de abril de 2014

Primer estudio arqueológico sobre el Yacimiento Llanete de los Moros.1980

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Yacimiento en la zona del Llanete de los Moros. Fuente: Francisco Pardo Valdivia. Fototeca Pasión por Montoro
 Francisco J. Aguilar Pérez
Voy a contestar al comentario que se me hace en el artículo del Tesorillo, con la difusión de este otro artículo publicado en 1981 en la Revista “Corduba Archaeologica”, en su nº 9 -también procedente de la biblioteca de mi padre-, donde se dan todos los datos mínimos que queremos saber y conocer los montoreños sobre cualquier intervención que se hace  en esta milenaria ciudad de Montoro. 
El  autor de  este estudio es el Sr. Don Ramón Chasco Vila casualmente estaba por allí para suerte de la cultura e historia montoreña…; gran arqueólogo, amigo y compañero de mi padre en el Instituto Antonio Galán Acosta. Este señor realizó  un trabajo excepcional en todos los aspectos, trabajo del que deberíamos estarle todos los montoreños muy agradecidos, sobre todo teniendo en cuenta  la fecha de publicación,  la dificultad del trabajo y el  haberlo llegado a cabo con una calidad inusitada en un estudio arqueológico por esas fechas en Montoro, más aún teniendo en cuenta  de los recursos  que disponía su autor. Entre otros echó mano de su también   compañero  docente en el Instituto y gran  interesado por la cultura montoreña Don Bartolomé Márquez Delgado, que le confeccionó un croquis en tres dimensiones de las instalaciones de FP que ubicaba  perfectamente los trabajos que llevó a cabo. Por tanto fue el primer estudio arqueológico serio, que yo conozca, que se realizó sobre el solar montoreño con metodología y conocimientos modernos.
Pero de lo que hay que estar más agradecido a Don Ramón, es por llamar la atención y ser él el pionero en centrarse en el ahora famoso “Llanete de los Moros”, pues fue él  la persona que primero lo “puso en valor” como le gusta decir ahora a los políticos y adláteres y el que nos dio la pauta de lo que estaba pasando. Poco más tarde se llevó a cabo una de las excavaciones, que yo mismo de pequeño tuve la suerte de seguir;  dirigida con bastante perspicacia  y acierto por el  arqueólogo montoreño, Don José Clemente Martín de la Cruz, que  terminó de poner a Montoro en una situación de privilegio aunque no de protección lamentablemente en el panorama arqueológico español.  Sobre todo debemos tener  en cuenta  la aparición de cerámica micénica y un fragmento peine de marfil de importación en los horizontes más bajos de este mismo  yacimiento, que justifican un tránsito comercial de productos de lujo por parte de las élites  pobladoras   del Valle del Guadalquivir, más concretamente en las alturas más fácilmente defendibles  que dominaban y dominan el meandro que conforma la ciudad de Montoro.
Fotografía antigua del IES Antonio Galán Acosta, ubicado en el Llanete de los Moros. Al fondo la chimenea de la
industria aceitera Francés CIA, prácticamente destruida en la actualidad.
Sólo decir una última cosa; flaco favor se le hace a la arqueología y al conocimiento, cuando tienen que ser  las empresas constructoras las que tienen que contratar y buscar a los arqueólogos para hacer una prospección arqueológica, es mi opinión, que cada uno saque sus propias conclusiones, aquí falla algo… Por mi parte prefiero un control efectivo sobre el terreno por parte de la administración, se ganaría bastante en trasparencia. Lo que no puede ser y no se puede consentir es que las zonas de reserva arqueológica no se respeten en Montoro y una excavación de urgencia se desarrolle cuando el yacimiento está casi arrasado, originándose  partir de una denuncia de un particular -también pasaba por allí casualmente…-. Aquí como siempre todo el mundo mira para otro lado en temas de patrimonio arqueológico, ya sea por ignorancia o interés, como sucedió en 1999 en el Palomarejo; por lo visto hasta hoy  nadie tiene nada que ver.

Ramón Chasco Vila
Córdoba, abril de 1980
INTRODUCCIÓN
El Instituto de Formación Profesional (I. F. P.) de Montoro está situado en el borde N. E. de la colina llamada Llanete de los Moros. Es una elevación que tiene unos 240 m. de altitud máxima, de pendientes relativamente suaves excepto por los lados E. y N., donde casi está cortada a pico sobre el río Guadalquivir. De esta manera, forma junto con otra elevación que tiene en su lado O. una vaguada que sería el camino natural  para  adentrarse  en  la fortaleza  natural  que  es   el meandro   del   Guadalquivir  en   que está   ubicado   Montoro.
Sabíamos que Montoro era una ciudad de antigua raigam bre, a la que habían dedicado sus trabajos eruditos como el famoso «Cura de Montoro», D. Fernando J. López de Cárde nas, y otros (1), rica arqueológicamente, especialmente en inscripciones romanas y otros restos semejantes. Los primeros datos publicados en estos últimos años son los trabajos de la Directora del Museo Arqueológico Provincial de Córdoba, A. M. Vicent, y de A. Marcos Pous, Subdirector del mismo (2). Por ello, cuando supimos que en el I. F. P., donde el autor es profesor de Formación Humanística, se iban a realizar obras para construir una nueva dependencia, lo pusimos en conoci miento de la Dirección del Museo Arqueológico de Córdoba, que tuvo a bien encargarnos de la vigilancia de las obras y de los trabajos necesarios para recuperar los materiales que hu biese.
A principios de Enero de 1980 una excavadora empezó a rebajar el patio A al nivel del B (Fig. 2), es decir, quitar tierras hasta una profundidad de 4 m. que era el desnivel existente entre ambos patios. Mediado el trabajo empezó a aparecer cerámica revuelta con escombros, especialmente del tipo ibé rico de bandas, alguna romana, tegulae, etc., incluso un trozo de cornisa. También se hallaron restos de un muro que corría de E. a O. y un pozo que aún conservaba 2 m. de agua, seme jante a otros que habían aparecido en los alrededores (3).
Dadas las características del lugar, la premura de las obras y nuestras circunstancias profesionales, con poco tiempo li bre, el trabajo de campo consistió en recoger los materiales aparecidos y limpiar dos perfiles que quedaron resguardados por el acerado que había construido encima, a poca distancia de los cimientos del edificio existente, pero sin alteraciones aparentes en los lugares escogidos.
Delimitamos dos sectores, uno al O. y otro al S, no unidos en ángulo porque la parte intermedia estaba alterada por una tubería de desagüe moderna. A continuación inicia mos la limpieza, cortando en ángulo recto los perfiles con respecto al piso dejado por la excavadora, raspando deteni damente a fin de delimitar en lo posible los estratos que hubiese; una vez conseguido esto, extrajimos de las «paredes» resultantes el máximo posible de materiales. Es de notar que las dos bolsadas de las que luego hablaremos y que dieron la mayor cantidad de cerámica estaban ubicadas en la unión de los perfiles con el piso dejado por la excavadora y que fue precisamente el hecho de que hubiese que acabar este trabajo a mano el que salvó esta parte del yacimiento.
Son evidentes los límites del método empleado, pero den tro de ellos el resultado puede ser satisfactorio si pensamos que así se ha podido conseguir un índice o guía estratigráfico antes inexistente, valioso por ello y que abre perspectivas que las próximas excavaciones se encargarán de ampliar.
Hay que decir además que los niveles geológicos subyacen tes a los arqueológicos son margas amarillas y conglomerados calcáreos en la base, del Mioceno; a continuación se pasa a la arenisca roja del Trías, roca muy empleada en las construc ciones de Montoro.
Finalmente hemos de manifestar nuestro agradecimiento a la Directora del Museo Arqueológico de Córdoba por habernos confiado este trabajo y darle cabida en Corduba. También estamos agradecidos a la Dirección, Profesores y Alumnos del I. F. P. por su aliento y ayuda; a las personas que trabajaron en la obra por su interés y deferencia hacia nosotros, a pesar de que alguna vez fuimos obstáculo para ellos.
Figura 4.- Perfil occidental de la estratigrafía
II.    DESCRIPCIÓN DE LOS PERFILES

1. PERFIL OCCIDENTAL (Fig. 4)
Las dimensiones de este perfil son de 5,50 m. de anchura por casi 4 m. de profundidad desde el nivel de la acera. Como se puede observar, una escalera limita la altura del corte en su parte derecha.
Empezando desde abajo nos encontramos con dos bolsadas —circulares en planta— de tierra oscura, excavadas en la marga original, con abundantes cenizas, fragmentos de huesos y piedras carbonizados, pequeños trozos de adobes y un abun dante lote de cerámica en cada uno de ellos (fragmentos núm. 1 a 17 en la de la derecha y 19 a 41 en la de la izquierda). Este conjunto lo consideramos como el Nivel I. Hay que aña dir que la bolsada derecha no quedaba comprendida en el perfil, aunque así lo hemos dibujado, sino que estaba un poco adelantada con respecto a la vertical de aquél. El no estar cerrada en su parte superior se debe a que la excavadora la había destruido parcialmente.
Lo que hemos llamado Nivel II está compuesto por una tierra compacta de color gris oscuro, que ha dado muy pocos materiales. También descansa directamente sobre la marga de base.
El Nivel III consiste en una franja de tierra de color rojizo que corre de un extremo a otro del perfil, desde el muro A y sólo interrumpido por los cimientos del muro B. Este muro creemos que es el extremo del que destruyó la excavadora, pues está en la misma dirección y además los sillares de are nisca que lo componían se desprendieron fácilmente del perfil al tratar de cortarlos para que no estorbasen en la obra. Pa rece, pues, claro que este muro es posterior al Nivel III. Seña lemos finalmente la presencia de un adobe de 35 cm. de longitud y unos 7 cm. de espesor.
Como transición entre este nivel y el siguiente reconoci mos una franja de tierra amarilla —marga del substrato natu ral—, mezcladas con tierra más oscura y otra de tierra enne grecida con cenizas y carbón. Ambas franjas se hacen más espesas en el lado derecho del muro B.
Antes de seguir más adelante hemos de analizar el muro A. lista compuesto por varias piedras de regular tamaño, grose ramente escuadradas, y otras más pequeñas e irregulares; lo que serían los cimientos están formados por tres hiladas de estas piedras más pequeñas (areniscas y calizas). Pudimos observar que el muro se continuaba dentro del perfil algo más de 1 m., por lo menos, gracias a una zanja que se abrió.
Fotografía del yacimiento en el Llanete de los Moros.
Fuente: Archivo Francisco Pardo Valdivia. Fototeca Pasión por Montoro
Pero lo más significativo es que entre el materiales que se había empleado para asentar las piedras del muro o hallamos varias de cerámicas: a mano y de pasta oscura, del tipo ibérico pintada, un fragmento pequeño de sigillata y un trozo de tégula. Podría tal vez pensarse en relacionar ambos muros y considerarlos de una misma cons trucción, dado que se hallan a niveles semejantes, pero hay detalles que hacen esta interpretación difícil: la calidad dis tinta de la técnica constructiva, por lo menos hasta cierto punto, y más que nada el posible piso que sería la franja de mortero de cal y encima adobe que está, sí, en el centro, entre los dos muros, pero que sólo apoya, y claramente, en el mu ro B. Con todo, la discusión puede quedar en el primer punto: muros de una misma construcción, ya que cuando analicemos el material encontrado en lo que hemos dado en llamar Ni vel IV veremos que el número 64 es sigillata, perfectamen te emparentable con el número 65 a, fragmento de sigillata que apareció dentro del muro A.
Este Nivel IV está constituido por una tierra de color pardo uniforme, que dejamos en blanco en el dibujo del perfil. El paso siguiente es una acumulación de tegulae e imbrices en la misma tierra, pero manchada de cenizas. También hay res tos semejantes al otro lado del muro B.
Los niveles superiores están claramente alterados, y en parte son de la época de construcción del Instituto.

2. PERFIL MERIDIONAL (Fig. 5)
En este lado tenemos también una variedad grande de elementos, aunque resulten confusos, pero se reflejan los nive les fundamentales, a excepción del I.
Así, lo primero que encontramos es el Nivel II, pero mucho más largo y de más potencia dejando una especie de banco de tierra virgen a la derecha y estando cortado por un nivel posterior a la izquierda. De nuevo es de señalar la escasez de material que proporcionó.
Respecto del Nivel siguiente hay que decir que no es ob servable en el extremo derecho del perfil. En su extremo izquierdo es posible pensar que cierra un socavón relleno de cenizas, fragmentos de adobe y cerámica; cierre que estaría reforzado por el posible muro que hay encima. Esto ha de quedar más claro al estudiar la cerámica de ambas partes. Con todo, denominaremos a este socavón Nivel III a.
La parte superior del Nivel III está formada por una capa de cenizas y a continuación siguen tres capas finas donde alternan una de cenizas y otra de adobe de igual grosor.
El Nivel IV tiene las mismas características que en el Perfil Occidental. En él encontramos unos posibles muros que no nos han proporcionado más información. Los dos hoyos de tierra parda removida que se identifican fácilmente son posi blemente producto de obras de época reciente, pues chatarra v hormigón se encuentran en sus fondos. La existencia de una posición militar en este extremo del Llanete de los Moros durante la Guerra Civil quizá sea la explicación de estas alteraciones, así como de la presencia de otros restos pró ximos.

III.    DESCRIPCIÓN DE LA CERÁMICA.

1. PERFIL OCCIDENTAL (Núms. 1  a 41 y 52 a 65 a)

1.1. Nivel I. Bolsada derecha (Figs. 6)
1. Cuenco de cerámica a mano. Pasta oscura, desgrasante medio-grueso. Superficie de color desigual, oscuro, rojizo. Bien alisada. Diámetro. boca 15 cm.; diámetro máximo 20 cm. Se conserva una cuarta parte,
2. Cerámica a mano. Pasta oscura, desgrasante medio-grueso. Superficie exterior bruñida. Color pardo homogéneo. El interior está bien alisado. Fragmento pequeño. Diámetro boca 16 cm.
3. Cerámica a mano. Igual descripción que anterior, sólo que el bruñido exterior es de menor calidad. Superficie de color negruzco. Diámetro boca 10 cm. Fragmento pequeño.
4. Cerámica a mano. Igual descripción que número 2. Diámetro boca 30 cm. Fragmento pequeño.
5. Cerámica a mano. Pasta semejante a anteriores. Super ficie bien alisada. Color Pardo. Diámetro boca 16 cm. Fragmento muy pequeño.
6. Cerámica a mano. Pasta oscura, desgrasante medio-grueso. Superficie bien alisada, roja al exterior, negra en el interior, lo cual se refleja en la sección de la pasta, que ha quedado dividida en dos mitades, roja y negra. Diámetro boca 24 cm. Fragmento pequeño.
7. Cerámica a mano. Muy semejante al anterior, aunque el núcleo negro de la pasta es mayor, más de la mitad de su grueso. Diám. boca 16.cm. Fragmento pequeño.
8. Cerámica a mano. Pasta oscura en el núcleo, roja al exterior, dándola una apariencia distinta de los anteriores. Tiene una mancha oscura cerca del borde. Pasta con desgra sante grueso. El exterior y el interior se han espatulado en diversas direcciones con un trazo ancho. El borde tiene unas incisiones poco profundas en su parte interna. Diám. boca 56 cm. Fragmento mediano.
9. Cerámica a mano. Pasta oscura, desgrasante medio-grueso. Superficie tosca e irregular, de color oscuro. Diám. boca 16 cm. Fragmento mediano.
10 y 11. Dos fragmentos de iguales características, quizá del mismo vaso. La pasta es semejante, con desgrasante grue so-medio. Trabajados a mano. La superficie debió ser espatu-lada y luego alisada sin demasiado cuidado. Tienen manchas oscuras y rojas desiguales. El diám. de la boca sería de unos 18 a 20 cm. El fragmento número 10 es mediano y pequeño el número 11.
12. Cerámica a mano. Pasta semejante a los anteriores. Superficie tosca. Diám. boca 10 cm. Fragmento pequeño.
13. Cerámica a mano. Pasta como las anteriores. Superfi cie muy tosca. Es un borde de un cuenco con una asa de «mamelón» y decorado con unas incisiones poco profundas. El fragmento es pequeño.
14. Cerámica a mano. Este cuenco se conserva en una tercera parte y por eso ha sido dibujado completo. La pasta es oscura y sigue las líneas ya conocidas. La superficie es muy tosca e irregular. Conserva un asa semejante a la del núm. 13. Diám. boca 10 cm.
15. 16 y 17. Tres fragmentos pequeños de pies de vasos planos, de pasta oscura y desgrasante grueso. El menos tosco es el núm. 16.

Como vemos, el conjunto presenta un aspecto técnico bas tante homogéneo: elaboración a mano, con barros de abun dantes inclusiones (se observan fácilmente los granos de sílice de las arenas empleadas como desgrasantes y otros de micas), tonos generalmente oscuros, aunque con manchas desiguales e incluso superficies francamente claras, producto de unos hornos elementales. Tratamientos diversos de las superficies, que como mucho se bruñen dejando el resto de la decoración relegado a unas incisiones en el borde de dos fragmentos y las asas de «mamelón». En cuanto a las formas predominan los «cuencos» o urnas de cuerpos globulares, hombros entrantes y bordes vueltos, de diversos diámetros. Destaquemos también los fragmentos 10 y 11, carenados, los cuencos de paredes rectas 9 y 12 y los números 13 y 14, muy semejantes. Podemos presumir que parte de estos recipientes tendrían fondos con vexos, aunque también existen fondos planos. Hay que añadir, finalmente, que los fragmentos que presentamos son todos los dibujables del lote, aproximadamente la mitad del número total encontrado.

1.2. Nivel I. Bolsada izquierda 
18. Cerámica a mano, pasta oscura con desgrasante grueso-medio, superficie bien alisada, rojiza al exterior y os cura en el interior. Diám. boca 42 cm. Fragmento pequeño.
19. Cerámica a mano. De semejantes características que el anterior. Superficie tosca e irregular. Diám. boca 16 cm. Fragmento pequeño.
20. Cerámica a mano. La pasta tiene un tono claro en el exterior, aunque el núcleo es más oscuro. El desgrasante, es grueso. Superficie cuidada, con un espatulado que casi se puede llamar bruñido.
21. Cerámica a mano. Pasta oscura, con desgrasante me dio-grueso. La superficie a ambos lados es rojiza, aunque tiene una mancha oscura. Está bien alisada. Diám. boca 20 cm. Fragmento pequeño.
22. Fragmento prácticamente semejante al número 18. Diám. boca 34 cm. De pequeño tamaño.
23. Cerámica a mano. Desgrasante medio grueso. Superfi cie de color pardo claro, alisada. Diám. boca 30 cm. Frag mento pequeño.
24, 25 y 26. Descritos juntos en función de su pequeño tamaño y características semejantes: a mano, pasta oscura con desgrasante medio-grueso, superficie de color oscuro y bien alisada, especialmente el número 26.
27 y 28, Unidos en la descripción de nuevo por sus carac terísticas semejantes: pastas acostumbradas, superficies muy toscas y desiguales, con los bordes cortados con una serie de incisiones que dan un aspecto peculiar a estos dos fragmentos. Destaca más el número 28 por el engrosamiento del borde. Son de pequeño tamaño.
29. Cerámica a mano. Es un cuenco carenado de pasta semejante a los anteriores, superficie clara y toscamente tra tada, aunque el núcleo es oscuro. Diám. boca 14 cm. Frag mento pequeño.
30. Este fragmento, de pequeño tamaño, se distingue de los anteriores, aparte de por su forma, que se sale de lo habi tual aquí, por el tratamiento cuidado de la superficie y su color rojizo. Podría tener 30 cm. de diámetro.
31. Cerámica a mano, de pasta ya habitual, superficie ex terior alisada, aunque tiene trazos de espatulado. El interior ha perdido, desprendida, su superficie originaria.
32. Lo que queda de esta pieza se ha obtenido de una serie de fragmentos que hemos podido unir formando un gran vaso de 30 cm. aproximadamente de diámetro mayor, del que no se conserva ni la boca ni la base. La pasta es del mismo tipo que todos los demás, oscura y con desgrasante grueso. La superficie está bien alisada y el color oscila del rojizo al pardo oscuro, a manchas irregulares. La superficie interior se ha desprendido en gran parte. Conserva también un abultamiento en la carena, dispuesto de tal manera que es posible pensar que en el resto del vaso debería haber cuatro, equidistantes. Es la pieza más grande que hemos encontrado.
33. 34, 35. Estos tres fragmentos son excepcionales por su calidad dentro del conjunto que estudiamos. Aunque las pas tas son las ya conocidas y repetidas, son más compactas y las superficies están cuidadosamente bruñidas, consiguiendo el típico aspecto acharolado de esta cerámica. El número 33 tiene 30 cm. de diámetro, 28 el número 34 y quizá 38 el número 35. Son todos muy pequeños.
36, 37, 38, 39, 40.   Fragmentos de pies, de pequeño tamaño lodos ellos, de pastas oscuras y superficies variables. Es de notar que los interiores son más claros que los exteriores. El    -número 40 es de color claro íntegramente, su superficie y el núcleo de la pasta, especialmente gruesa.
41. Este fragmento, grande, de unos 10 cm. de diámetro en la base, se acerca mucho en calidad y tratamiento al nú-mero 32. Dudamos si se ha desprendido el interior dejando una superficie muy tosca o es algo intencionado.
Este conjunto cerámico tiene mucho en común con el anterior. En ambas bolsadas encontramos fragmentos de un mismo vaso a distintas profundidades, lo cual indica un re-lleno de una vez. En este lote lo más destacado son los fragmentos 33, 34 y 35, especialmente los dos últimos. También debemos señalar especialmente los fragmentos 27 y 28, decorados con incisiones en el borde y cuyas superficies parecen -olvidadas». Finalmente tenemos un fragmento, número 30, de un tipo de vaso específico, del cual poseemos una buena muestra de superficie (núm. 42) que servirá para aclarar el panorama que ofrece esta cerámica.

1.3.   Cerámica de superficie (Figs.11)
Los números 42 a 51 son fragmentos que consideramos significativos y el incluirlos aquí es por la relación estrecha que guardan con la cerámica descrita, aunque proceden de rebusca entre las tierras removidas.
42. Este fragmento, una cuarta parte del vaso original, debía tener unos 40 cm. de diámetro en el borde, que se va estrechando hasta unirse a un cuerpo globular del que no se conserva la base. La pasta es la acostumbrada y el tono de la superficie oscila entre pardos y rojizos. Está tratada cuidado samente, sobre todo en la parte troncocónica, donde el bru ñido final toma un sentido oblicuo al plano de la boca y a partir del estrangulamiento que une las dos partes se hace aproximadamente horizontal y peor cuidado. El interior tam bién está bruñido en la boca y sólo alisado en el resto.
43. Es otro gran fragmento, de un vaso que tendría unos 60 cm. de diámetro máximo. No se conserva el borde ni la base. La pasta y la coloración no añaden nada nuevo a lo ya conocido. El tratamiento de la superficie es un espatulado cuidadoso tanto en el interior como en el exterior.
44. Dentro de las líneas generales de esta cerámica, en este fragmento, grande, hay que destacar el cordón o engrosamiento a la altura del hombro cortado por una serie de incisiones. La superficie está alisada.
45 a 51. De estos fragmentos habría que destacar los nú meros 45, 46 y 47 por sus formas, aunque el tratamiento de las superficies no es tan bueno como en otros fragmentos seme jantes; y los números 48, 49 y 51 por su decoración: unas toscas impresiones en el primero que además tiene una super ficie poco cuidada; una incisión en el segundo y una especie de impresiones o «pellizcos» en el tercero, de superficie tosca también.

1.3. Nivel II
De este nivel sólo pudimos extraer cuatro pequeños frag mentos de cerámica a mano, de pasta oscura y desgrasante grueso y superficies de color claro, rojizo. Uno de los fragmen tos tiene la superficie alisada; dos menos cuidada y el último tosca. No han sido dibujados.

1.4. Nivel III  (Fig.12)
Este nivel nos proporcionó una veintena de pequeños fragmentos de cerámica, toda ella a torno. Los más significati vos son:
52.    Borde de pasta grisácea y poco decantada.
53. Borde de un plato o cuenco de pasta clara y decan tada. Superficie de color claro. Diám. 18 cm.
54. 55. Bordes de pasta más oscura y poco cuidada en general. Son del tipo que se considera «de cocina» (4). El primero tiene 12 cm. de diámetro y 14 el segundo.
56. Fragmento de galbo, de pasta anaranjada, superficie cuidada y decorada con parte de una franja ancha y círculos concéntricos. El color, rojo, es del tipo más diluido, que lla maremos en adelante «normal», para diferenciarlo de pigmen tos más consistentes que pueden llegar hasta el tipo «barniz», es decir, que forme una capa lo suficientemente gruesa como para que se le pueda hacer saltar en forma de pequeñas cos tras o proporcione un polvo consistente.
57. Muy semejante al anterior, aunque el color resalta más sobre la superficie, que es blanquecina.
De entre los fragmentos no dibujados hay varios con algún trazo de pintura roja y dos de pasta gris, decantada y superfi cie cuidada.

1.5. Nivel IV (Fig. 13)
De esta parte recogimos un fragmento de tegula, otro de imbrex y una quincena de pequeños fragmentos de cerámica, toda ella a torno, de los que destacamos:
58. Borde de pasta decantada, núcleo anaranjado y super ficie amarillenta. Diám. 12 cm.
59. Borde de pasta decantada y más porosa. Tiene el filo exterior decorado con una pintura «normal» que tiende a ser anaranjada, especialmente en las dos rayas de la parte exte rior. Diám. 16 cm.
60. Fragmento de galbo, decorado con una franja de pintura roja «normal». Pasta decantada.
61. Fragmento de un cuello de pasta clara y decantada, decorado con tres rayas de color ocre y una franja más ancha de color rojo intenso. La calidad de la pintura es «normal».
62. Borde de una «cazuela» provista de un asa de sección lenticular. Pasta clara y decantada. Diám. 16 cm.
63. Borde, pequeño, de una olla como los números 54 y 55- El filo del borde está ennegrecido, pero la superficie es anaranjada. Diám. 14 cm.
64. Borde de un vaso de sigillata. Pasta decantada, de color pardo, desgrasante fino y blanco, fractura arenosa y barniz brillante y compacto. Diám. 16 cm.
65. Este fragmento es el más significativo de los que aparecieron entre el barro que había servido para asentar los mampuestos del muro A. Es un pie de un plato de sigillata de 6 cm. de diámetro, pasta clara, de fractura arenosa, y un barniz rojo que ha saltado en varias partes. Tiene en el inte rior una raya que quizá sea accidental.

1.6. Nivel IV a
Podríamos denominar así la acumulación de cenizas, tegulae e imbrices que forma la parte superior del Nivel IV. Con todo, a excepción de estos materiales, no nos proporcionó nada más.

2. PERFIL MERIDIONAL (Núms. 65 a 79, inclusives)

2.1. Nivel II 
De esta parte extrajimos del perfil una veintena de peque ños fragmentos de cerámica, un trozo de hueso y una valva rota de un molusco fluvial. La cerámica es toda a mano sin lugar a dudas, de pastas oscuras, desgrasantes gruesos y super ficies cuyos tratamientos oscilan desde el bruñido del número 67 al alisado del número 66 o a la superficie tosca y rugosa del número 65, los únicos dibujados. Habría que precisar, además, que el número 65 tiene la superficie de color rojizo, aunque el núcleo es negro. Su diámetro en la boca es de 18 cm. Esta cerámica encaja con los fragmentos hallados en el mismo Nivel del perfil occidental y ciertamente como conjunto se distinguen de la cerámica del Nivel I.

2.2. Nivel III
Sólo tres fragmentos de cerámica a torno, quizá de ánforas y cinco a mano, muy pequeños, de pastas oscuras y desgrasante grueso, pero con superficies de color claro. Uno < estaba muy bien alisado. No presentamos ninguno, escasa representatividad.

2.3. Nivel III a 
El socavón que así hemos denominado proporcionó abundante conjunto de fragmentos de cerámicas a parte de los cuales estaban pintados, aunque la mayoría respondía a ánforas o vasos de gran tamaño cuyos restos se pueden confundir con los de aquéllas. Para corroborar tenemos ningún fragmento de borde o pie de ánforas y sólo un fragmento de algo que podría ser un asa, pero aplanada.
73. Borde, pintado en su parte interna, de barro decan tado y color rojo «normal». Diám. 50 cm. (?).
74. Pequeño fragmento de un vaso decorado con el mismo tipo de pintura. Superficie de color grisáceo, como si se hubiese ahumado al cocerlo. Diám. 24 cm.
75. Borde de un plato de 20 cm. de diámetro, pasta de cantada de color anaranjado.
76. Pequeño fragmento de un borde, quizá de un «vaso de beber» (5), con una franja de pintura en él.
77. Fragmento de galbo de un vaso de pasta decantada y ciara, con cinco franjas de color rojo intenso «normal».
78. Pie de un plato de pasta decantada y clara. Superficie poco cuidada, Diám. 5 cm.
79. Pie de un plato de pasta gris, decantada, de 6 cm. de diámetro.

2.4. Nivel IV 
68. Fragmento de ánfora, de pasta clara y decantada. Diám. boca 12 cm.
69. Fragmento de galbo de un vaso de pasta anaranjada, compacta y decantada. Está decorado con parte de una franja ancha y otras más estrechas de una pintura roja con suficiente pastosidad como para que brille.
70. Este fragmento, si bien no da una forma precisa, des taca por la calidad de la pintura con que está decorado, espe cialmente la parte de la franja que conserva. Los círculos que completan la decoración son del mismo tono de color choco late, pero la pintura es más diluida. Se podría, creemos, ha blar de «barniz» en esta ocasión.
Un fragmento muy pequeño, pero igualmente cuidado no ha sido dibujado, pero lo citamos por ser también de una calidad fuera de lo normal en el material que estudiamos. En este caso la pintura ha sido espatulada.
71. Fragmento de cerámica posiblemente a mano, de pasta gris oscuro, desgrasante grueso y superficie poco cui dada.
72. Este fragmento estaba asociado a las capas de ceniza v adobe alternas que formaban la parte superior del Nivel III, en contacto con el que estudiamos. Es un borde vuelto de pasta decantada y compacta, de color anaranjado. Está deco rado con unas franjas de pintura roja de tipo corriente. Diá metro 18 cm.

2.5. Cerámica de superficie (Figs. 17)
Al igual que en 2.1.3., el conjunto de fragmentos que des cribiremos a continuación proceden de las tierras revueltas por la excavadora. Con todo, su fin es ampliar el panorama que nos ofrecen las cerámicas de los perfiles, un poco exiguo.
80. Boca de una urna, de 14 cm. de diámetro, de pasta decantada y clara. La superficie es cuidada y la pintura que la decora de color rojo intenso y densa. Esta cubre el borde y todo el hombro del vaso y a continuación se desarrollan par cialmente unos motivos de cuarto de círculo paralelos.
81. Boca de urna, de 16 cm. de diámetro, pasta decantada y clara. La pintura es más diluida que en el anterior. La decoración consiste en una franja ancha que no llega al borde, una serie de semicírculos concéntricos y líneas onduladas paralelas y por debajo otra franja ancha, incompleta.
82. Fragmento de borde de una fuente, decorado con una franja de color rojo intenso y una raya más fina de color pardo más abajo. Diám. 50 cm.
83. Boca de urna, de 18 cm. de diámetro. Pasta semejante a anteriores. Tiene el borde decorado con pintura anaranjada y el hombro en rojo. La pintura es diluida.
84. Borde de un cuenco o fuente de 12 cm. de diámetro, decorado con pintura roja y una banda estrecha más abajo.
85. Fragmento de un pie de plato, de 12 cm. de diámetro, de pasta y superficie poco cuidadas. Está decorado en su interior con franjas concéntricas, de color anaranjado. La más exterior es de color rojo.
86. Fragmento del borde de un «lebrillo» de 28 cm. de diámetro. La pasta es clara y la superficie áspera.
87. Borde de tipología semejante, aunque la pasta es gris y decantada. Además tiene incisas en la parte horizontal del labio tres líneas que recuerdan una N. Diám. 45 cm.
88.   Fragmento de «lebrillo», de 22 cm. de diámetro.
89. Forma emparentada a la anterior. Por debajo del filo del borde corre un saliente que se ha modelado en forma de ondas. Diám. 48 cm.
90.    Borde de ánfora, de 20 cm. de diámetro máximo.
91.    Borde de ánfora, de 12 cm. de diámetro.
92. Borde de un vaso de borde entrante, de 22 cm. de diámetro. La pasta y la superficie son grises.
93.    Borde de ánfora, de 16 cm. de diámetro.
94 y 95. Fragmentos de cerámica de barniz negro. El pri mero corresponde a un borde de un plato o fuente de 30 cm. de diámetro. El segundo al pie de un plato de 10 cm. de diámetro. Ambos son de pasta decantada y color claro. El barniz del primer fragmento es de color negro más intenso que el segundo, que tiene un aspecto metálico, sin llegar a las irisaciones de los barnices de fabricación local.
96. Puede ser un fragmento de sigillata, aunque la pasta está ennegrecida. El barniz es de deficiente calidad. Diámetro
8 cm.
97.   Asa de ánfora de sección circular.
98.    Pie de ánfora semiesférico.
99. Asa de ánfora de sección aplastada, con una arista que sobresale.

IV.    ELEMENTOS ARQUITECTÓNICOS (Fig.21)
Dentro de este apartado incluimos varias piezas, incomple tas naturalmente, que se habían recogido cuando la construc ción del Instituto y un trozo de cornisa que hallamos entre las tierras revueltas por la excavadora.

I. Es una basa de caliza blanca, conservada en dos terce ras partes, bastante desgastada.
II. Basa semejante a la anterior, aunque en peor estado de conservación.
III. Fragmento de cornisa de arenisca roja, la «molinaza» de Montoro.
Además hay recogidos en el Instituto las siguientes piezas. Dos tambores incompletos de columna, de 50 y 45 cm. de diámetro, con acanaladuras: 24 el mayor y 17 el más pequeño. Una basa de 70 cm. de diámetro, de arenisca roja, muy desgas tada compuesta por dos toros y una escocia. Un brocal de pozo de 41 cm, de diámetro interior y 69 cm. de diámetro exterior, también de «molinaza» y muy semejante al que tenía el «pozo» que salió al hacer la excavación (Fig. 3). Un frag mento de 75 cm. de longitud y 22 de diámetro de fuste de «molinaza», repicado como para ir enlucido. Y finalmente dos basas (?) de esta misma piedra, posiblemente relacionables con el último fragmento de fuste citado. La más completa tiene 38 cm. de altura, 27 de diámetro superior y 45 en la base.

V.    RESTOS DE FAUNA
Sin duda son restos de comidas, encontrados en las dos bolsadas del Nivel I, Fundamentalmente constan de dos valvas de un lamelibranquio fluvial, una docena de conchas de cara col terrestre, Helix de tierra, y varios huesos que deben co rresponder a animales de pequeño porte. Esto en la bolsada de la derecha.
En la de la izquierda hallamos un trozo de concha, seme jante a las anteriores y un grupo de huesos que podrían co rresponder a algún suido, cerdo común o jabalí. Estas conclu siones son provisionales hasta que el material, que no es abundante, lo revise un especialista.

VI.    PARALELOS Y CRITICA
Las dificultades que el método empleado traen consigo se hacen más evidentes a la hora de hacer el estudio crítico de los materiales. Echamos de menos una situación estratigráfica más rigurosa, es decir, los resultados de una excavación de arriba abajo con todas las consecuencias. Esto se vislumbra en las dos bolsadas que forman el Nivel I, pues dadas las cir cunstancias en que aparecieron hacen fácil su delimitación y estudio.
De la cerámica aparecida en este Nivel I podemos encon trar paralelos en el yacimiento cordobés llamado «Colina de los Quemados», en los estratos 18 a 14 inclusives (6), por lo cual el ámbito cronológico es demasiado amplio. Posible mente las figuras 33, 34 y 35 puedan hacernos más precisa la situación relativa de este Nivel. En todo caso la anterioridad a la época de las colonizaciones es evidente, época de la que aquí no tenemos por ahora nada. Así pues una cronología en torno al siglo VIII a. de C. no sería descabellada, lo cual coin cide con otros yacimientos del valle del Guadalquivir, como Cerro Macareno, el Carambolo, etc. que siempre se inician con el mundo indígena de las postrimerías del Bronce. Gra cias a la revisión que estamos haciendo de los materiales del Carambolo podemos ver también un parentesco bastante es trecho entre las formas cerámicas de los niveles más bajos y las nuestras del Nivel I.
Bien poco podemos añadir sobre el Nivel II, que dio varios fragmentos a mano (65-67) y con tratamientos que recuerdan los del nivel anterior. Hay, pues, cierto parentesco entre am bos, pero posiblemente nos hallamos en un momento distinto.
Mucho más problemático es el resto de la estratigrafía, aunque podemos establecer el siguiente guión:

Nivel III, ibérico pleno (7), con la cerámica pintada clásica y barros grises todavía (8). La cerámica a mano debe ser pro cedente del Nivel II.
Nivel III a; sigue dentro de la misma línea, aunque nues tros datos no nos permiten explicar la razón de este socavón.
Nivel IV; es posible que aquí podamos hablar de ibero-ro mano especialmente con los datos que proporciona el perfil meridional. En el occidental son más confusos, pues, encontra mos sigillata con cerámica pintada. Sería quizá un poco aventu rado asignar a este nivel la cerámica de barniz negro que hay entre los fragmentos recogidos en superficie (94-96), pero lo apuntamos por si pudiera caber esta interpretación, conside rando, pues, de época republicana la parte baja de este nivel y de época imperial el resto, lo cual encaja con la sigillata encontrada. Finalmente, el nivel de tegulae y cenizas corres pondería quizá a la techumbre de la construcción que supo nen los dos muros A y B.

Como complemento hemos de decir que en otra parte de Montero hemos hallado un pequeño fragmento de cerámica griega, quizá de un kylix, con todo lo que esto encierra.
Nuestra esperanza es que estas líneas puedan servir al menos como guía de futuras excavaciones, que a su vez acla ren el paso tan tajante entre el mundo del Bronce final que hemos visto y el ibérico perfectamente desarrollado que en contramos en esta parte de Montero.

NOTAS:
(1) Hay varias obras que recogen notas y descubrimientos sobre Mon toro anteriores a nuestro siglo y que habría que leer detenidamente. Cita remos:
J. fernández franco, Monumentos de inscripciones romanas de varias pie dras de pueblos de Andalucía y España, declaradas en Espejo, Montemayor, Córdoba, Montoro, Porcuna, Marios, Arjona... años de 1540, 1549 y 1560 por el Licenciado..., en manuscrito de la colección Cúseme; hay también un ejem plar en la Academia de la Historia. Del propio lópez de cárdenas, Epora Christíana o memorias de la Christianada de la muy ilustre y antigua ciudad de Montoro en la Andalucía, por... Año de 1785; manuscrito original sin firmar en la Biblioteca del  Instituto de Córdoba,  en un  tomo titulado «López  de Cárdenas, papeles varios de antigüedades», núm. 148 del catálogo. También, Descubrimientos de monumentos antiguos de romanos y godos hechos en la villa de Montoro por D. Fernando Josef López de Cárdenas cura párroco de dicha villa, Córdoba, Imprenta de D. Juan Rodríguez de la Torre, 1785. Y además Memorías de la antigua Epora, hoy la villa de Montoro. Su autor D. Femando Josef López de Cárdenas... Finalmente, del P. juan BELTRÁN, S. J., Epora Ilustrada o historia de la muí noble y leal villa de Montoro. Antigua Epora del Convento jurídico cordubense... 1760 (Enmendado del Señor, 1804), Manuscrito de D. Sebastián Criado, abogado de Villa del Río.
Todas estas noticias sobre bibliografía antigua de Montoro están toma das de la obra de R. ramírez de arellano, Ensayo de un catálogo biográfico de escritores de la provincia de Córdoba, Madrid, 1921, pp. 204, 304-5 y 76-77, respectivamente.
(2) A. marcos Pous, Notas arqueológicas sobre Epora (Montoro), «Corduba», 5, 1977, 119-130; A. M. vicent, ¿05 más remotos orígenes de la ciudad de Montoro, antigua Epora, «Corduba», 6, 1977, 131-137. En estos trabajos se da noticia de hallazgos arqueológicos (realizados por los autores en 1974) que documentan  por vez primera la existencia de Epora en tiempos prerromanos.

(3) A la hora de imprimir el presente trabajo dudamos que esta cons trucción pueda ser un pozo en sentido estricto, para obtener agua, pues la estructura geológica del lugar no es favorable para ello. Este y otros cerca nos debieron tener, pues, un fin distinto. Esta aclaración y los datos que se dan más adelante sobre la estructura geológica del lugar los debemos a J. L. Moya Mejías, geólogo y profesor del Instituto.
(4) Es la forma 14 (lám. XX) de J. M. LuzÓN NOGUÉ, Excavaciones en Itálica, Estratigrafía en el Pajar de Artillo, Excavaciones Arqueológicas en España, 78, Madrid, 1973.
(5)  Correspondería a la forma 3 (lám. IV) de Luzón, o. c.
(6)  J. M. LuzÓN NOGUÉ y D. Ruiz MATA, Las raíces de Córdoba. Estratigra fía de la Colina de los Quemados, Córdoba,  1973.
(7) Para luzón, o. c., los barros grises deben desaparecer «cuando me nos a finales del siglo III a. C.» (p. 53).
(8) El término ibérico pleno e ibero-romano, que aparece más adelante, lo tomamos de M. pellicer catalán, Tipología y cronología de las ánforas prerro manas del Guadalquivir, según el Cerro Macareno (Sevilla), «Habis», 9, Sevilla, 1978, que sitúa en tal momento los estratos VI y VII de este yacimiento, con una cronología que va de 375 a 250 a. C.

miércoles, 23 de abril de 2014

¿Quien fue Antón de Montoro?

2 comentarios :
Marithelma Costa
                                                                         Hunter College & Graduate Center. City University of New York
¿Quién fue Antón de Montoro? Esta pregunta, que se ha venido haciendo con insistencia en los últimos años,  no es de fácil respuesta, ya que, en su polifacética obra, el famoso poeta andaluz utilizó una serie de convenciones literarias para ocultar su persona.
Si uno se centra en los cancioneros de los siglos XV Y XVI, que guardan sus composiciones (1), puede decirse que Montoro fue un indigente poeta pedigüeño, quien a través de la poesía logró sobrevivir económicamente y ganarse la aceptación de las clases superiores. Al igual que los juglares medievales, se valió de cortos poemas petitorios para conseguir dinero, comida y ropa, y también dedicó largos panegíricos a los reyes y aristócratas. Sin embargo, si se revisa con detenimiento el testamento que otorgó en córdoba en 1477 (2), y se cotejan las cifras que allí lega a sus hijos, con la economía andaluza de aquellos años, se constata que el autor no era tan pobre como afirmaba en sus poemas, ni se hallaba tan necesitado como sobre él se ha dicho repetidas veces.
Fragmento del Testamento de Antón de Montoro, conservado en el
Archivo Histórico Provincial de Córdoba.
Montoro, también conocido como el Ropero de Córdoba,  fue un relevante miembro de la burguesía urbana y tuvo acceso a los libros y la cultura, algo que en la época no le era dado a todos los ciudadanos. Nació con el siglo y vovió durante los convulsionados reinados de Juan II y Enrique IV. Murió cerca de ochenta años más tarde, en tiempos de Isabel y Fernando, después que Sixto IV firmara la Bula de la Inquisición y el Tribunal del Santo Oficio se instalara en Córdoba (3). Los documentos que se conservan en las parroquias montoreñas y cordobesas no permiten afirmar dónde nació o fue bautizado pero, tanto en sus textos como de los documentos que se guardan en el archivo de Protocolos de Córdoba, se confirma que residió en las collaciones de San Andrés y Santo Domingo, conocidos barrios de conversos de dicha ciudad. De sus textos también se desprende que no vivió al margen de la situación social y política cordobesa, sino que, en una época de creciente intolerancia  persecución religiosa, fue el único poeta converso que defendió abiertamente a los judíos que, como él, habían adoptado el cristianismo.
Si el siglo XIV había estado marcado por las persecuciones contra los judíos, durante el XV los conversos se convierten en los chivos expiatorios de la crisis económica y política del reino. El mapa y la cronología de los motines que, sintomáticamente, posee uno de sus centros neurálgicos en Andalucía, resulta sumamente revelador del fenómeno que se inicia a mitad del siglo y, hasta que éste termine, va a ir en constante aumento: Toledo 1449 y 1469; Carmona, 1462; Valladolid, 1464 y Córdoba, Jaen, Sevilla y Carmona, 1473-1474 (4).
Montoro, quien como ropero o sastre de las clases medias constituye un representante idóneo de su grupo, afirma en sus textos poéticos su origen –cuando poetas conversos como Rodrigo Cota se dedicaban a negarlo-, denuncia ante nobles y monarcas el móvil de las persecuciones y defiende el valor social de los conversos.  Estas denuncias y defensas se constatan en los largos poemas de Enrique IV “SOBRE EL ROBO QUE SE HIZO EN CARMONA” y a DON ALONSO DE AGUILAR CUANDO LA DESTRUCCIÓN DE LOS CONVERSOS DE CÓRDOBA”. En el primero de ellos se afirma el servicio que prestan a la corona:
Punir no vituperando,
Aunque muy tarde lo veo,
Pues esta gente sin bando,
Quier cayendo o levantando,
Vos sirven con buen deseo.
Pues corona prosperada,
Un César, un Africano,
Dése brazo del espada,
De la huerta muy talada,
Poco goza el hortelano. (5)

Y ya en el segundo de dichos poemas se denuncia abiertamente la injusticia de los motines:
Aquestos a quien desmano
Les vino por su barraja
Por mano del soberano,
No les digo todo grano
Ni menos todo ser paja.
Mas, como un pago se pierde
Por una cepa denteco,
Sin que el remedio recuerde,
Por tal son ardió lo verde
Por lo seco.
Poemas de Antón de Montoro. Fuente: Biblioteca Nacional
Sin embargo, Montoro no es un poeta monovalente y predecible, sino que en su obra también figuran festivos textos que refleja el mundo urbano y popular al que el poeta pertenecía. En varios de ellos critica la embriaguez; pero, frente a los procedimientos moralizantes tradicionales,  la voz poética no se sitúa en una posición de superioridad, sino que a través de diminutivos, refranes y giros populares, se coloca en el mismo nivel sociocultural de los personajes criticados. Léanse esta breves piezas:
MONTORO A SU MOZO Y A UNA SU MOZA QUE ESTABAN BEODOS
En la noche, tras el fuego,
Antes de cena los veo,
Catalina fabla griego
Y el maestro doncel Diego,
Latín, Abraico, Caldeo,
Y todo lo mal ladino,
Estando llenos de sarro,
El uno diciendo : vino,
El otro diciendo: jarro.

OTRA DEL ROPERO
Guardas puestas por concejo,
Dejalde pasar y entre,
Un cuero de vino añejo,
Que lleva Juan Marmolejo,
Metido dentro de su vientre:
Y pasito, no reviente.

La cotidianeidad de la vida cordobesa también marca esta multifacética obra en el poema a un febrero “QUE LLOVIÓ MUCHO”
Pesar del cuerpo de Dios,
desordenado hebrero
todo siempre fuiste vos,
cuando en casa, cuando en llero.
Agora tal os mostrais,
Con esta lluvia tan loca,
Que cuando más serenais,
Tras el huelgo nos hallais,
Las rodillas a la boca.
Puente Mayor de Montoro, que se comenzó a construir a finales del S.XV.
Así mismo están presentes los elementos coprifilicosa de tradición medieval e índole carnavalesca:
MONTORO A UNA MUJER QUE TODO ERA TETAS Y CULO
Vos pedais por tal compás
Salvo honor del consonante,
Que no pesa un grano más
Vuestro culo cara atrás
Que vuestras tetas delante.

El ropero cultiva todas las formas en boga durante su época y entre sus composiciones figuran tanto sofisticados textos italianizantes, como alambicados poemas de amor cortés. Y si los primeros comparten la ideología pre-renacentista de un Juan de Mena, los segundos reflejan esa edad media otoñal que se cierra sobre sí misma, le da la espalda al mundo moderno que está naciendo y convierte el ficticio ámbito cortesano en el modelo de la realidad. A LA MUERTE DE LOS DOS HERMANOS COMENDADORES representan a la perfección el mundo del pre renacimiento español.  En esta larga composición de mediados del siglo, la abundancia de latinismos léxicos y sintácticos funciona como paradigma de una estructura que vuelve los ojos a la antigüedad grecorromana, en busca de inspiraciones y modelo. Su complejo exordio constituye uno de los fragmentos de más difícil lectura de la obra del Ropero.

¡Oh cama, de nuevos de ver girifaltes
Tan sobrevolantes en toda milicia
En cuyas presencias, los claros esmaltes
Se falla no turbia su clara liticia!
Faced universo, sin toda pigricia,
Juntando personas boca con oreja,
Así muy mirando lo que vos semeja
De aquella tan cruda dolor y justicia.

Fotografía del Archivo de la Familia González Serrano del Puente Mayor de Montoro.
Por otra parte, los poemas amorosos de Montoro son viva prueba de la reacción cortesana ante la crisis del siglo XV. En un momento cuando la revolución burguesa y las nuevas tecnologías comenzaban a transformar radicalmente el mundo europeo, en la corte se impone una actitud estilizada y cobra renovada vitalidad los periclitados ideales del feudalismo, se trata del momento del gótico flamígero, de las justas y los torneos. En la poesía se privilegia la oscuridad conceptual y el artificio formal. Los textos que se gestan en este ambiente niegan totalmente la naturalidad idiomática que, demás esta decirlo, iba a marcar la escritura renacentista. El poeta cortesano se dedica a entrevesados juegos conceptuales de oposiciones y utiliza un lenguaje cifrado que todavía no comprendemos cabalmente (6). Todos estos procedimientos se constatan en canciones del Ropero como:
Mil veces duermo sin cama,
Por ver si tal bien obrase,
Que vuestra vida lozana,
En sueño se me tornase.
Mas guarda, que si recuerdo
Sin ser el gozo pasado,
Uno vistes vos mas cuerdo
Y aun otro menos llagado.
Vivo bien, quito de ufana,
Por ver si me trasposase,
Que vuestra vista lozana,
En sueño se me tornase.

Asi, el Ropero de Córdoba fue un respetado miembro de la burguesía urbana que se apropió del canon tanto para defendese y defender a los suyos como para dedicarse, lúdicamente, a los juegos de la creación culta y popular. La poesía no constituyó para él una actividad aislada de la vida, ya que en varias instancias hasgta llegó a preparar documentos comerciales en metro y cobró a través de ellos cuentas y pendientes:
Buen amigo, Juan alis,
Dese mi poco tesoro,
Darás a Antón de Montoro
Quinientos maravedís;
De los cuales, por entero,
Enmienda se promete,
Fecho damor verdadero,
Veintiséis dias de enero
Año de cincuenta y siete.

Enfin, Antón de Montoro fue un poeta polifacético que manejó todos los registros poéticos de la época, los marcó con su fuerte personalidad y, cinco siglos más tarde, nos legó un complejo y fascinante cuadro de la vida urbana andaluza en los años cuando se iniciaba la vida moderna. 

BIBLIOGRAFÍA
Costa, Marithelma. Antón de Montoro. Cleveland State University, 1990
Esteban, Asunción. Las ciudades castellanas en tiempos de Enrique IV, Valladolid, 1985.
Macpherson, Ian. “Secret Languaje in the “Cancioneros”: Some Courtly Codes”, Bulletin of Spanic Studies, LXII, 1 (1985): pp. 51-63.
Nieto Cumplido, Manuel. Islam y Cristianismo, Córdoba: Montoe de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1984.
-------. La Revuelta contra los conversos de Córdoba en 1473”, Homenaje a Antón de Montoro en el V centenario de su muerte. Montoro: Imprenta San Pablo, 1977, pp. 29-49.
Ramírez de Arellano, Rafael. “Antón de Montoro y su testamento”, Revista de Archivos, Biografías y Museos, IV. 8-9 (1900): pp. 

NOTAS:
(1) Entre las mas importantes se hallan el ms. 4114 de la Biblioteca Nacional de Madrid, copia del siglo XVIII de un códice del XVI (97 poemas); el ms. 617 Cancionero de poesías varias de la Biblioteca Palacio Real de Madrid (50 poemas); los mss. 83-5 de la Biblioteca Colombiana y el 939 Egerton, de la British Library (46 y 42 poemas, respectivamente; el Cancionero de Roma y el ms. 233 de la Bibliotheque Nationale de Paris (12 poemas cada uno); el Cancionero Antiguo, ms. 2763 de la Biblioteca Universitaria de Salamanca (con 33 composiciones); el cancionero San Martino Della Scale de Palermo ( 1 texto) y el Cancionero Oñate Castañeda, ms. fMS Spam 97 de la Houghton Library de Harvard University (2 largos poemas).
(2) Rafael Ramírez de Arellano, “Anton de Montoro y su testamento”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, IV. 8-9 (1900), pp.
(3) Manuel Nieto Cumplido. Islam y Cristianismo, Córdoba: Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1984, p. 288.
(4) Asunción Esteban, Las ciudades Castellanas en tiempos de Enrique IV (Valladolid, 1985) pp. 90-92 y M Nieto Cumplido, “La revuelta contra los conversos de Córdoba en 1473”, Homenaje a Antón de Montoro en el V centenario de su muerte (Montoro, Imprenta San Pablo, 1977) pp. 29-49.
(5) Todas las citas de la obra del Ropero  provienen de mi edición crítica de su obra, Antón de Montoro. Poesía Completa (Cleveland State Univertity, 1990)
(6) Ian Macpherson. “Secret Languaje in the “Cancioneros”: Some Courtly Codes”, Bulletin of Spanic Studies, LXII, 1 (1985): pp. 51-63.

*Transcrito del publicado en  la Revista El Eco de Montoro, año 1, numero 1,  por Lola Moreno (enero-2014)

miércoles, 9 de abril de 2014

El antiguo Via Crucis del Calvario del Retamar

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Uno de los cruceros del Barrio del Retamar a inicios de los años sesenta.
Fuente: Archivo herederos Diego Muñoz-Cobo. Fototeca Pasión por Montoro
José León Solís
Jesús en su camino hacia el Gólgota recorrió lo que los peregrinos de Tierra Santa dieron en llamar la Vía Dolorosa, implantando en los primeros siglos la costumbre de recorrer esta Vía Sacra y como meta de la peregrinación desde la época del emperador Constantino. 
Si bien no sabemos con exactitud cuando surgieron las Estaciones del Vía Crucis,  no obstante, en 1342 se concedió a los Franciscanos la custodia de los Santos Lugares quienes fueron los primeros en establecer el Vía Crucis. En la época de la dominación de Jerusalén por los musulmanes se hizo difícil la peregrinación a Tierra Santa lo que dio lugar en los siglos XV y XVI al establecimiento en Europa del Vía Crucis. El Beato Álvarez a principio del siglo XIII  a su regreso de Tierra Santa construyó pequeñas capillas en el convento dominico de Córdoba pintándose escenas de la Pasión en forma de Estaciones. 
Ante las dificultades de peregrinar a Tierra Santa el Papa Inocencio XI en 1686 concedió a los franciscanos el derecho de erigir Estaciones en sus iglesias y declaró que todas las indulgencias concedidas anteriormente por visitar los Santos lugares las podían ganar los franciscanos haciendo Estación de la Cruz en sus propias iglesias. Este privilegio fue confirmado por Inocente XII en 1694 y Benedicto XII en 1.726 lo extendió a todos los fieles. Benedicto XIV en 1742 exhortó a todos los sacerdotes a enriquecer sus iglesias con las Estaciones de la Cruz.
Procesión de una Nazareno de pequeñas dimensiones en 1941. La talla destruida de
la Cofradía del Calvario era de dimensiones similares. 
El Papa Clemente XII aprobó las Instrucciones de la Sagrada Congregación para las indulgencias y entre los requisitos para alcanzar estas indulgencias plenarias se estableció el hacerse ante Estaciones de la Cruz erigidas según la ley, debiendo haber catorce cruces. Inicialmente para ayudar en la devoción de estas cruces se instalaban en el interior de las iglesias junto con catorce imágenes o tablas representando las estaciones de Jerusalén. Posteriormente se instalaron en las vías públicas de los pueblos, organizándose el vía crucis en el exterior de las iglesias. A finales del siglo XVI o principios del XVII se instaura en Montoro la práctica del Vía Crucis en el barrio del Retamar, como lo atestigua que el cantero Martín Gómez Lara solicitara en 1.619 el pago por el tallado y labor “en labrar la Cruz de Piedra que puso en la estación del Calvario desta villa...”1.  Practica del Vía Crucis que continuó la Cofradía de la Confraternidad de Ntro. Padre Jesús del Calvario con sede en la ermita de San Roque, hoy destruida, desde su fundación a mediados del siglo XVIII, estando documentada esta Cofradía en 1.767 2.
Indagando en la historia local del siglo XVIII, sus costumbres, demografía, industria, he podido localizar, con la inestimable ayuda del departamento de cartografía de la Biblioteca Nacional, un curioso plano manuscrito de la villa de Montoro que atestigua de la existencia del Vía Crucis y cruces del Calvario del Retamar. 
El cartógrafo de Carlos III, Tomás López y Vargas Machuca (1730 – 1802) en su afán de elaborar un mapa de España empleo un procedimiento análogo al utilizado para las “Relaciones” de la Península y de las Indias en época de Felipe II.3 Tomás López utilizó para su trabajo una gran cantidad de mapas de los siglos XVI y XVII, y los numerosos levantamientos cartográficos hechos en España en el siglo XVIII.
Plano conservado en la Biblioteca Nacional realizado en 1792, donde ya se reseña el
antiguo Via Crucis del Calvario.
Para completar estos materiales decide solicitar información de todas las regiones de España a los obispos, párrocos y funcionarios civiles destacados de cada localidad, enviándoles una carta en la que, en calidad de Geógrafo del Rey, pide que le respondan al interrogatorio que acompaña al escrito, y si es posible procurar confeccionar una especie de mapa o plano de la zona.4 En el interrogatorio remitido por Tomás López se contiene una nota en la que se solicitaba: “ Formar una especie de mapas o planos de sus territorios, de dos o tres leguas en contorno del pueblo, donde pondrán las ciudades, villas, lugares, ....  ermitas, molinos, ríos, arroyos, sierras, montes, etc., que aunque no esté hecho como de mano de un profesor, nos contentamos con una sola idea o borrón del terreno, por lo que lo arreglaremos dándole la última mano. Nos consta que muchos son aficionados a la geografía y cada uno de éstos puede demostrar muy bien lo que hay al contorno de sus pueblos”.5  Con estos planos o borrones y los datos facilitados en las respuestas el cartógrafo realizó los mapas de las provincias y de España.  
Esta carta, también enviada a la Diócesis de Córdoba fue remitida desde el Obispado a los vicarios de la provincia y entre ellos al de Montoro, que en aquellas fechas era Don Juan Antonio del Peral y Buenrrostro (1.764 – 1802.) Contestando el vicario a Tomás López a las preguntas solicitadas en un manuscrito fechado el 22 de septiembre de 1792. El Texto de la carta de remisión de las respuestas al cuestionario y del plano dice así: 
“Mui Sor mío: remito a vm. las respuestas al interrogatorio consabido, y borron formado con la poca destreza que ocasiona la ninguna aplicación que por estos paises hai a la geografía. Celebraré haver llenado los designios y deseos de vm, y siendo los míos emplear mis facultades en ejercicio de sus órdenes las ofrezco a su disposición..... Montoro y septiembre 20 de 1792.”
Interior de la Ermita de San Roque poco antes de ser destruida en su totalidad
En ella se cobijaron hasta 1936 las imágenes de la Cofradía del Calvario.
El plano o borron6 adjuntado  se encuentra muy bien conservado en el Gabinete de Manuscritos de la Biblioteca Nacional en la obra  “Relaciones geográficas de Tomás López “7 que comprende un total de 20 volúmenes, que publicamos con este trabajo por ser de interés general para la historia local de Montoro.  
El plano nos proporciona una idea muy cercana de Montoro de finales del siglo XVIII, conteniendo importantes datos administrativos de la delimitación territorial, accidentes geográficos más destacados como “ Las Angosturas, Cerros del Vidrio y Cornejo, Puerto Deseado”; pagos de la sierra como el “ Charco Novillo “; caminos de tránsito como el “ Camino Real de Madrid llamado de la Herradura “ y “ Camino Ancho” que hoy discurre  por la Rivera del Guadalquivir; ríos y arroyos como  Domingo de Lara o “ MingoLara “; vertientes del Guadalquivir, Iglesias y ermitas de la población como la de San Miguel y extramuros como la ermita de la Virgen de Gracia y fuera de la población como el santuario de la Fuensanta; edificios civiles como el Castillo de la Caba o de Julia ya desparecido en esa época,  restos de la antigua muralla en la ladera norte de la vertiente del Guadalquivir; de uso público como el pilar de las Herrerías y los destinados a la industria local como las aceñas y batanes de las Monjas y de San Martín, las Tenerías que se encontraban en las cercanías de la Fuente de la Oliva y a la alimentación como las “ carnecerías “ o  antiguo matadero  sito en la encrucijada de la calle Santiago y por la que recibió el nombre la calle Carne.
De la información facilitada por Juan Antonio del Peral y Buenrrostro en sus respuestas al interrogatorio y del plano se extraen datos importantes, cuyo estudio lo dejo para otra ocasión, centrando el presente a los signos y elementos de las manifestaciones religiosas dibujados en el plano como las catorce cruces instaladas para la práctica del Vía Crucis del Barrio del Retamar. Si las observamos, su autor las dibuja según el sentido del itinerario del Vía Crucis y que prueban que se iniciaba en la Cruz del Humilladero junto a  la Ermita de Santa Ana o plaza del Mercado y terminaba en la Ermita de San Roque o Monte del Calvario. 
Talla de San Bartolomé de origen gótico que se conservaba en la Ermita de
San Roque hasta su destrucción en 1936.
Es este el único documento gráfico que hasta la fecha he encontrado de la existencia de las catorce cruces del Calvario del barrio del Retamar de Montoro, desaparecido en su práctica totalidad en 1936 con los trágicos acontecimientos de la incivil guerra.
En 1965 se pone en marcha el Vía Crucis de la Antorchas, que tendría lugar la noche del Martes Santo, realizando el mismo itinerario que el de la antigua Cofradía de Jesús del Calvario. Como las cruces habían desaparecido durante la guerra civil, son ahora restauradas con este fin8,  encargándose su restauración y construcción a un albañil que elaboró un croquis, conservado en el archivo particular de D. Manuel Aguilar Benítez que también publicamos. Croquis del trazado e instalación de las cruces en el que puede observarse que detalla el itinerario del Vía Crucis. 

La desaparecida Cofradía de la Confraternidad de Jesús del Calvario cuando comienza a procesionar sus Imágenes las trasladaba o mudaba sus Insignias, nombre con el que se conocía anteriormente a estos traslados, a la iglesia de Santiago para procesionarlas hasta la Ermita de San Roque en la noche del Domingo de Ramos; siguiendo el Vía Crucis de las antorchas el mismo recorrido que realizaba aquella desaparecida Cofradía. Es ésta  la razón de que en el croquis de 1965 se indica una cruz en Santiago, otra en el poyato de la calle Puente y otra en el Puente sobre el Guadalquivir costeada por el Ayuntamiento, con la advertencia de que la situada en la calle Santiago “no pertenece a dicho Calvario sino que fue una cruz igual a otra que existía en la calle Rosario y que se denominaba cruz del Melón, (quizás exista un error del autor del croquis pues la cruz del Melón se encontraba en lo que hoy es el campo de tiro del Retamar) y otras cruces como cruz de Tobalico y cruz Santa Golosilla y que las cruces empezaban en la calle del Calvario”, calle del Calvario donde comenzaba realmente el Vía Crucis. 
Por tanto podemos extraer que las cruces que se conservaron después de 1936, fueron muy pocas y que la única que  permaneció en buen estado de conservación fue la de la ermita de Santa Ana en la plaza del Mercado.
Plano del Via crucis del Calvario de Montoro. 1965. Fuente: Archivo Hnos. Aguilar Pérez.
Las cruces del croquis de 1965 se encuentran numeradas según el inicio del Vía Crucis, así  las correspondientes a las seis primeras Estaciones se sitúan en la calle del Calvario, la 1 en la ermita de Santa Ana o antigua Cruz del Humilladero, la 2 en el grupo escolar, la 3 en la Venta, la 4 en el fondo de la calle Renepón  confluencia con la calle Calvario, la 5 frente a la casa donde vivió Catalina “ La Sabia”, la 6 en el poyato frente al matadero, la 7 en la calle de la Amargura frente al molino, la 8 al final de la calle de la Amargura, la 9 en la calle Judiciaria esquina con el poyato de la casa nº 6, la 10 en el Cerro de la Salve, la 11 en la antigua fundición de García Ruiz, la 12 y 13 en la subida a la destruida ermita de San Roque y la 14 en la puerta la ermita. 
Este croquis es muy coincidente con la ubicación de las cruces del plano manuscrito realizado por D. Juan Antonio del Peral Buenrrostro en 1792 del desaparecido Vía Crucis del Retamar; que se inició a finales del siglo XVI o principios del XVII y continuó practicándose hasta 1936 por la Cofradía de la Confraternidad de Jesús del Calvario hasta su desaparición, reinstaurándose en 1965 con la denominación de la Antorchas, como reminiscencia de aquel, que deseamos sea recuperado con la ayuda de todos para nuestro barrio del Retamar en la noche del Domingo de Ramos de la Semana Santa montoreña.

NOTAS:
1.- Ortiz García, J., “La religiosidad popular a través del urbanismo local de Montoro “Revista de Feria 2003. p 113
2.-Aranda Doncel, J., Historia de la Semana Santa de Montoro, siglos XVI – XX, pp. 85 y 122.
3.-Olaran Múgica, Clotilde. Índice de las relaciones cartográficas enviadas a Tomás López.
4.- Líter Mayayo, Carmen – Sanchís Ballester, Francisca. “Tomás López y sus colaboradores “. Madrid 1998. p 8.
5.- Olaran Múgica. Op. cit.
6.- M.s. 7294
7.-Líter Mayayo, C., Sanchís Ballester, F., Op. cit. p. 172. Peral, Juan Antonio del Cura de Montoro (Córdoba) citado por Tomás López en: Mapa geográfico del Reyno y Obispado de Córdoba. Madrid, 1797. Nota Textual: << D. Antonio Caballero y Góngora comunicó un manuscrito de esta diócesis, y encargó a los señores Curas Párrocos diesen noticias análogas al asunto, Distinguieronse en estas diligencias..... D. Juan Antonio del Peral [cura] de Montoro....>>
8.- León Solís, J., Madueño Madueño, A., “El Nazareno de Santiago “. Cruz de Guía 2003. p 27